miércoles, julio 13, 2005

Una aguja en un pajar

Charles Clarke, máximo responsable del Interior de Reino Unido concluyó así una declaración pronunciada el 8 de julio ante la prensa: encontrar a los responsables de los atentados “es como encontrar una aguja en un pajar”. David de Ugarte lo simplificaba así, tan fácil: " Cuando uno lo piensa, es un milagro que no suframos más ataques. La pereza de las bases locales de simpatizantes del enemigo, que son parte de nuestra ciudad, de nuestra gente, su pasividad de jóvenes periféricos urbanos, son el principal dique a día de hoy. ¿Lo reforzamos?" Los hechos son machacones. Y no nos damos cuenta. Creo que los ingleses han sido los que mejor analizaron las razones. En las razones y en las causas creo coincidir en algunos aspectos con la que hizo el Presidente del Gobierno. Zapatero dice que las injusticias fomentan el terrorismo. Estamos, pues, en un momento decisivo. Puede que el diálogo entre civilizaciones sea la salida adelante, Juan Luis Cebrián reflexionaba certeramente en este sentido. Lo hacía en concreto en la parte de final de un largo artículo. La batería de ideas es efervescente. Pese a los pensadores, muchos de ellos obligados a pensar por los liberales, los planteamientos libres merced a la red son la llave que vuelca ese para muchos inexpugnable rubicón que supone el pensamiento único. El pensamiento de que todos los terrorismos son iguales, encarnado por Aznar es catastrófico. Algunos creen que han de ir mucho más allá para afianzar su liderazgo, es el síndrome de Moncloa. El más afectado por este virus, contagioso sin duda, que es Mariano Rajoy, que fue más allá de lo pensable en el vuelo de regreso de Singapur a Madrid: "no hay que buscarle razones, ni justificaciones ni argumentos, ni hacer análisis de por qué los terroristas son terroristas, por qué privan a los demás de la vida y se erigen en jueces de sus derechos y libertades". Al estilo de lo más primario, Rajoy es hoy un ente con pensamiento, grande y libre: "Nadie acusa al primer ministro británico de imprevisión, nadie lo criticó; nadie le pidió informaciones en tiempo real y la oposición se mostró solidaria con el Gobierno". Quien cree el señor Rajoy Brey que alguien hizo algo de lo que él afirma, quién acusó en esos tres días al Gobierno de imprevisión. En cuanto a quien pidió información a tiempo real al Gobierno basta con recordar que desde el 11M hasta el 13M la información a tiempo real la marcó Aznar López, asesorado directamente por el señor Arriola, y cuyo Secretario de Estado para la Comunicación, Javier Zarzalejos, hermanísimo y presunto filtrador a un diario abecedario. En Londres lo que no ha existido es la ofuscación interesada por arbitrar la autoría, antes de que lo hicieran los expertos en lucha antiterrorista. En España con los atentados del 11M nunca antes un Gobierno había atribuido la autoría en tan poco tiempo. Es cierto que había indicios fundados para creer al Gobierno, pero no menos acertado era pensar que antes de explotar las bombas no había terciado ninguna llamada de aviso, algo que hasta ese día jamás había dejado de hacer ETA. En el arte torticero de cubrirse sus espaldas, el que era Presidente echó a su guardián Acebes a los medios para borrar cualquier duda en le caso de que las hubiera diciendo lo siguiente: "[es] absolutamente intolerable cualquier intoxicación que vaya dirigida por parte de miserables a desviar el objetivo y los responsables de esta tragedia". El Gobierno británico en ningún momento ha precipitado en señalar a unas o a otras direcciones. Tanto el Presidente, como los ministros del Interior y de los Asuntos Exteriores, han pronunciado declaraciones institucionales dejando el peso de la investigación y la difusión de datos a las fuerzas de seguridad. No es que hayan dejando el timing informativo a terceros, a los hechos hay que remitirse de que el apagón y el silencio de los medios han permanecido operativo hasta ayer. La tentación que todo Gobierno tiene cuando se dan catástrofes de este tipo es la de amasar los datos, aprovechando que todos están anestesiados por el shock, es propio de todo poder. En nada estoy de acuerdo con la comparación que los medios de la derecha española (COPE, EL MUNDO, ABC, LA RAZÓN, LIBERTAD DIGITAL, PERIODISTA DIGITAL, EL CONFIDENCIAL, ANTENA 3 TV, TELEMADRID, POPULAR TV...) han hecho estos días al alabar a los partidos políticos y a la sociedad. Resulta repugnante sojuzgar el comportamiento de una sociedad desactivada en estos días, acción-reacción es una idea fuerza que habrá que ver en el tiempo. Cuando han pasado ya seis días aún se desconoce la cifra total de muertos. El número de muertos es un factor fundamental. ¿Al Qaida nos ha acostumbrado a reaccionar a partir de atentados con más de... tantos muertos? Parece como si una muerte no fuese tan dura como 100. Pero ni mucho menos hay que atribuírselo al terrorismo árabe, es en mi opinión la sajonización que llevamos padeciendo desde los atentados del 11S. El mismo día que Londres había reventado hubo un testimonio que me hizo pensar esto. Un señor dijo que no era tan terribles los atentados porque ni mucho menos había el número de muertes que en New York o en Madrid; ese día, Scotland Yard daba dos confirmadas. No debe extrañarnos, por tanto, esa reacción. Menos aún la que tenemos antes el río de muertos día a día que hay en Irak o en otros países africanos: a quién le importa. ¿Qué valor tienen los cadáveres iraquíes frente a los británicos? Esto también es en cierto modo superioridad de raza. Creo que no estamos solos. Ante el dolor de los demás es el espejo en donde mirarnos para evitar que el genocidio continúe. La manera de combatirlo es como miembros de la comunidad ciberpunk escriben. Y en ese sentido, para remachar este clavo correoso quisiera destacar el artículo que Mouna Naïm escribe en Le Monde. Es un resumen de lo que han editorializado en algunos países árabes: "Pronto o tarde, después de los atentados de Londres, voces en el mundo árabe iban inevitablemente a recordar a las autoridades británicas que tuvieron culpa de no escuchar las advertencias que les iban dirigidas con respecto al asilo concedido al islamistas. Momentáneamente, los Gobiernos se abstuvieron de hacerlo, limitándose a expresar el horror que les inspiraban tales actos. Bien antes de ser ellos mismos, desde 2003, en particular, el objetivo de atentados terroristas, [mientras que países como]Arabia Saudí, Egipto o también Marruecos, no había dejado de reclamar a Londres la extradición de extremistas `radicados allí]. En vano, en la medida en que estos opositores a los regímenes por lo menos totalitarios existentes en sus países respectivos se beneficiaran del habeas corpus, donde no se habían vuelto culpables de ningún crimen o delito en territorio británico y donde la extradición a sus países los exponía a las peores violaciones de los derechos humanos. [Por eso] Riad se limitó, el sábado 9 de julio, a proponer su "ayuda" a las autoridades británicas. Uno de los más famosos editorialistas de la prensa saudí, Abdel Rahman Al-Rached, no obstante no se desconcertó de similares pudores. "Desde más de diez años", escribía el sábado en su columna del diario Al-Sharq Al-Awsat, "yo mismo y otros hombres de letras árabes no habíamos dejado de poner en guardia contra el peligro laxismo (...) hacia el extremismo que se extendía en la comunidad musulmán británica y entre los inmigrantes". Teníamos dificultades a comprender porqué las autoridades otorgaban el derecho de asilo a personas sospechosas o implicadas en crímenes que dependían del extremismo. Porqué se concedían algunos visados a árabes condenados en sus países para crímenes políticos y de extremismo religioso. "Porqué han obtenido el derecho de entrada y, para algunos, el derecho de asilo. Y porqué se mantenían por cuenta de la princesa. Eso tiene es de generosidad estúpida, cualesquiera que sean los argumentos políticos o jurídicos alegados (...). el extremismo es un mal contagioso" que conduce "a la ruina".

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