miércoles, julio 27, 2005

El maquillaje de Tony Blair (bis)

Suele ocurrir que en los períodos de mayor tensión política y social saltan noticias que nos permiten contextualizar esos hechos y, por qué no, establecer una relación irónica de las cosas. Anoche, en una velada deliciosa que compartimos algunos cibersocios, ciberinvitados o, simplemente, amigos (Imane, Cristina, Mary, Rosa, David, Moeh y Juan Luis) que deseaban compartir una buena charla, disfrutamos con fruición al albur de un apetitoso menú chino. Las buenas conversaciones dependen del contenido y de quienes forman esa red. Las baterías de ideas y planteamientos penetran más allá de lo esperable si la audacia intelectual de los individuos se bate en duelo con los analistas de lo cotidiano. Ese ruido de las espadas incisivas es lo que convierte en decisivo cada tiempo que vivimos. Por esto resulta fundamental proseguir la labor del buen diseccionador del cirujano, que tan bien llevaba como símil Pío Baroja en alguna de sus novelas. Es una de las cosas que nos queda. La verosimilitud con que se elaboran algunas teorías nos obliga a exprimir el lenguaje, gradarlo como hacemos estos días con los aparatos de aire en función del calor. Quien sí parece que aplica este modelo es el presidente Tony Blair, del que acabamos de saber que se gastó 1.800 libras esterlinas en maquillaje en los últimos seis años. La información ha sido posible merced a una pregunta de Lord Hanningfield, del Partido Conservador. Esto me hace pensar muchas cosas, entre otras la de aquel señor alcalde del PP en León que gastó miles de pesetas en gomina a cuenta de las arcas municipales. Pero lo más curioso de la historia del maquillaje es que Blair se ha empolvado más que nunca en estos dos últimos años, período en el que ha gastado 791,20 libras esterlinas. Tengo la impresión que eso mismo le sucedió al ahora profe Aznar. Recordáis aquellas dos entrevistas míticas, una en Antena 3 TV y la otra en Te Uve E, hechas por Ernesto Sáez de Buruaga, ahora consejero de una empresa encargada de llevar la puesta en antena en septiembre de una tele autonómica en Murcia, y por el guardián de la doctrina para la fe Alfredo Urdaci, a propósito de los preparativos de la Guerra de Irak. Nuestro hombre, el que era: el que iba a ser nuestro Octavio Augusto de la Hispania liberada del opresor y todopoderoso sectarismo (la pesadilla filípica), le dijo a Ernesto, mirando a la cámara, con gesto, dijeron que seguro (de firmeza) -yo creo que puso la cara de acomplejado y de rencoroso de siempre pero esta vez muy sobreactuada: Créanme, hay armas de destrucción masiva. Esa noche Aznar estaba naranja gracias a la multicapa de maquillaje, la misma que le dieron al sarcófago de don Manuel, el gallego, y la que viene luciendo Blair. Lo que recubre algo pretende ocultar la realidad, de las cosas, por ejemplo. En Reino Unido la excusa del horror de los atentados del 7J y del 21J ha dado licencia arbitraria para abrir la caja de pandora en Europa. Las libertades y los derechos en un sistema, presuntamente garantista, están siendo cercenadas por un manto de decisiones políticas que pretenden oscurecer el horizonte de los ciudadanos. El asesinato de un ciudadano con nacionalidad brasileña y permiso de residencia en regla ha evidenciado la falta de asunción política. Creo que es la evidencia clara de que el terrorismo de estado no murió con la caída del muro de Berlín, sino que fue un punto y seguido en Europa, un compás de espera que rebrotó como pétalo en primavera en la Guerra de los Balcanes. La persecución despiadada, al más puro estilo de las mafias, no es propio de la policía de un país democratizado, es un método empleado en dictaduras. La ejecución a Jean Charles de Menezes fue al más puro estilo de las novelas de Chandler. Primero se le espera a que salga de casa, se le sigue, dejándose notar hasta que pierda los nervios y emprenda la huida, momento en el que no habrá escapatoria. ¿Alguien había caído que con el PP en la comandancia de este país podría haber pasado tres cuartos de lo mismo? ¿Le habría entrado a Acebes una crisis nerviosa como le sucedió uno de los días al en ese tiempo ministro del Interior? ¿Habría ido a auxiliarle el vocero Zaplana? Más maquillaje, esto es la guerra. Si levantara la cabeza Groucho Marx volvería a repetir lo que reza su epitafio: “Perdone que no me levante”.

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