viernes, julio 15, 2005

Los mejor pagados

Alguien recuerda aquella información, filtrada desde la parte más alta del organigrama que compone la CIA, de que se iba a estimular a los periodistas condescendientes con la Administración Bush. Sin duda que era una medida encaminada a, según esas mismas fuentes, mejorar la imagen de EE UU y disminuir el sentimiento antiamericano latente en el mundo. Sin embargo, las cosas no son como muchos dicen, ni tan siquiera como parecen, sino que se corresponden con la realidad de los hechos. El tiempo informativo vivido en estos últimos cuatro años ha sido tan frenético y veloz que aún no tenemos la dimensión cercana a los cambios acaecidos en este período. Creo que el papel de los medios está traspasando el alambre que separa lo exclusivamente informativo de lo demás. Te das cuenta mucho más claro cuando suceden actos tan oprobiosos y dramáticos como un atentado. Creo también que los atentados del 11S fueron tan brutales que ni tan siquiera a las mentes más urdidoras y maquiavélicas de la Casa Blanca les dio tiempo a definir cómo había que tratar ese hecho de tan gran impacto. Pese a que desde aquel día fueron dándose más atentados y barbaries, Occidente (forma banal que nos posiciona en lo más alto, por encima del resto, que son Oriente y el Tercer Mundo) se preparó poco y mal. Un gran ejemplo fue que los atentados del 11M en Madrid sobrepasaron durante unas horas a lo que se esperaba como plan de emergencia ante un impacto así. Ni el propio Gobierno supo horas después del atentado modular su discurso, pactar de manera meliflua con el resto de fuerzas con representación en el parlamento, asegurándose la condescendencia infinita. El gran espectáculo de los torpes se consumaba minuto a minuto, comparecencia a comparecencia. Un año y cuatro meses después hemos visto que los ingleses sí que estaban preparados. Esto es algo que hemos visto en estos días, desde el apagón en la red de metro de Londres (una hora después se supo que no era así sino que eran bombas las que habían obligado a cerrar el suburbano) hasta ahora, con el número de muertes; hoy son 54, como si estos fuera una prueba del Grand Prix consistente en meter unos horribles peces de plástico en un recipiente. ¿Cuánto tiempo más necesitan para mitigar el dolor de todas esa familias que llevan 8 días esperando a que les digan algo? ¿Acaso no es tan importante la identificación de sus muertos para esas familias como lo pueda ser para la opinión pública la solución del caso y la búsqueda de culpables? Los ingleses han sabido hacer, tejer esa tela de araña para que los datos pudieran ser amasados, en primer lugar por los servicios de inteligencia y el Gobierno Blair y en segunda instancia para que luego dejar en manos de la policía el peso de la púrpura. Ese es una de los cambios sustantivos respecto a España. La impresión ofrecida al ver al Jefe de Scotland Yard dar explicaciones a los medios es muy clara: politización, en apariencia, mínima. Solución, gobierno poco desgastado y con un gran margen de actuación ante la clase política, ante los medios y ante la opinión pública. Otro de los cambios observados es el de la prensa. En líneas generales ha habido un margen de respeto, ese lado contaminante para la sociedad tratando de esconder a los muertos; eso mismo sucedía en España hace ya muchos años. Los muertos se enterraban en el anonimato porque se moría sin que nadie supiera que los había asesinado. Esa lección de tragar saliva, bajar la cabeza y esconder el rencor en las próximas represalias a tomar ante los posibles asesinos es propio del triángulo EE UU-Reino Unido-Israel. Trágico error, las imágenes están para aplastar moralmente no a los asesinos sino a los que tuvieran alguna ilusión de apoyarles. La rotundidad de las palabras no implican que sean las más altisonantes, sino que han de ser las más sensatas; las palabras más inteligentes son las que nunca responden con la misma moneda a los violentos; son las que determinen con contundencia la solidaridad y la ampliación de lazos entre unos pueblos y otros. Las tragedias en este mundo peregrino deben ser la excusa para articular un mundo mejor. Por eso los mensajes sí que importan y la otra tragedia es confundir las imposibles a favor de los intereses personales. Los medios de comunicación han sufrido en los últimos años como he dicho antes un cambio brutal. Las politizadas páginas han abierto los ojos a los hombres de decisión. Llevamos unos cuantos años viendo como cuando a una persona de relevancia le interesa enviar un mensaje se apoya en el medio, a sabiendas de que interesa. En España la frontera la marcó el diario El Mundo. La credibilidad de los medios ha envejecido en poco tiempo. El juego interesado con las palabras hacen que los medios desprendan hoy un tufo apestoso. El diario El Mundo parece que ha puesto en marcha la picadora, con múltiples objetivos, su fin, mejor escrito, el fin de su director es derrotar al presente gobierno. En ese proceso febril de bombardear día a día están cometiendo un profundo error. A sabiendas de lo que hacen, ayer la edición impresa titulaba así: “Europa adopta medidas de emergencia para defenderse del islamismo radical” Me recuerda a esos eufemismos como “Movimiento Vasco de Liberación” que luego han sido corregidos por personas como Ángel Acebes, que sin rubor dijo lo contrario en el programa de Tele 5 La Mirada Crítica. Eso de focalizar fobias es la disciplina preferida por el director de ese diario, cuyo fabuloso anhelo es imitar a quien despedaza en cuanto puede, a Jesús de Polanco. Por eso y a propósito de la nueva Ley de Televisión Digital y Terrestre se despachó en un panfleto editorial, llegando a amenazar de muerte política, cierto es que en tono retórico, al Presidente del Gobierno. Días después, como ya tenemos un canal adecuado, digital, pero canal,, te vigilo, pero yo no he sido el de las amenazas. Es ese el modelo de periodismo y el ejemplo para vender pedagogía, servicio público y control honesto a las instituciones a favor de los ciudadanos, lo dudo.

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