En plato frío
Levantar la cara y defender a un amigo es lo menos que se le pide a la amistad.
Hay amigos que no necesitan estar tan protegidos y que saben salir adelante sin ayudas adicionales. Son de madera de ébano, difícil de encontrar y dura de trabajar. Difíciles de conquistar, leales hasta la eternidad. Son como rarezas. Gente especial.
Presumo de tener pocos amigos así. Uno de ellos es una amiga, muy especial porque la conocí en un entorno fuera de toda la normalidad cotidiana. Tal vez por eso sea de mirada muy intensa, y profunda como la oscuridad de sus cristalinos que en este caso muestran la sincera y valiente personalidad suya.
El sábado, mi amiga Rosa, perdió a su padre espiritual en la lid del periodismo y de la vida. A Alfonso le conocí poco. Antes de conocer a Rosa tenía de él un sentimiento disyuntivo: maravilloso escritor y mala persona. Creo que le conocía muy poco porque a medida que me hablaba Rosa de él entendí que ese amargor de bilis resacosa era otra cosa. En Alfonso coexistían buena persona, buen corazón y como escribe mi amigo Agustín Hervás buen alma.
Lo mío eran prejuicios. Lo de otros no lo sé.
Pese a todos los pesares la muerte de una persona no ha de abocarnos a servirnos un banquete de venganza en el plato frío de la mortaja y del dolor roto e irrecuperable de quienes le quisieron. Eso no es ni ético, ni objetivo y mucho menos periodístico.
Me hace gracia leer u oír a los que se erigen en adalides de la verdad y del periodismo. Pobres imbéciles. Quien se encarga de testar eso es el cliente día a día. Por eso a estos tipos que se sirven el plato frío de los adjetivos y verbos mendaces en sus columnas les puede pasar que el bumerán les golpee. Y entonces será cuando digan...
Este post no es una actuación por agradecimiento. Simplemente es un mensaje sincero a una amiga. Quien quiera encontrar ataques a alguien o defensas a otros se equivoca.
Tenía ganas de mostrar mis sensaciones. Doce días y seis meses han pasado desde que perdí a mi madre por cáncer. El proceso es atroz. Como dices tú, Rosa, las hojas del calendario pasan y claro que son como un extra, pero es para todos. Cada día es un desafío a la vida y un reto para intentar ser felices. Conseguirlo pese a las caídas es el anhelo, la meta que siempre ves, unas veces más cerca que otras.
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