viernes, agosto 12, 2005

El populista Ruiz-Gallardón

Siento debilidad por este hombre. Encantador de moderados con ala, o sin alas, Alberto Ruiz-Gallardón es un tipo que sabe hacer, con buen oficio y profesionalidad, del duro oficio de la política una virtud. Quien escribe esto no es mi holograma. Tampoco me he vuelto loco. Menos aún, la identidad permanece, si bien a Ruiz-Gallardón, ahora Ruiz-Socavón, hay que reconocerle ese talento como prestidigitador. La construcción de juicios puede estar sustentada en impresiones, en impresiones edificadas por hechos y solo en los hechos. La impresión que tengo del Alcalde-Presidente de Madrid se ciñe a hechos, como el enorme respaldo que elección tras elección le dan a sus candidaturas. Los empeños faraónicos, un tanto horteras. El empeño también de ser nuestro Carlos III –aquí un enemigo– de la modernidad que tiene nuestro hombre ha tocado fondo y nos ha precipitado al abismo: al infierno. Todo tiene relación, canícula de agosto con infierno, ¿no? Conviene recordar que antes esto no ocurría. Recuerdo a su antecesor, un señor al que yo le he llamado todo lo malo que se le puede decir. Venerable abuelito. Un chaqueta que recaudó y conservó las arcas municipales hasta llenarlas gracias a los impuestos, en especial con los exigidos por la compra de una vivienda. Álvarez del Manzano –horror– fue la hormiga –¿cojonera?: “¿no era una mosca?”– que economizaba todo tal y como hacen nuestros mayores. Eso no le privó de dar donaciones con dinero público a su asistenta: pura caridad. Minucias. Porque a Ruiz-Gallardón le vamos a colgar el título de campeonísimo. Una palabra de acepción italiana y que en mi opinión puede representar ser el ganador de todos los títulos posibles. Es imposible acumular tantos logros en tan poco tiempo. Decía antes que agosto en Madrid, pese al calor y, citando a Mary, a las nevadas de flor caduca que cae de los árboles. Agosto, antesala del otoño, de las grises tiznados y de los ocres, arrumbados de monotonía, es un mes espléndido. La soledad que propicia mirar al infinito a través del asfalto sin ver un solo coche, una sola irregularidad: solo semáforos que se encienden y se apagan, se ha perdido en menos que canta la chicharra en los dorados campos de Castilla. Con pinchar en este link tenemos conciencia de lo que pasa.
Otra tropelía más. La concejala por el PSOE, Carmen Sánchez Carazo, denuncia en su brillante blog atrocidades relacionados con la movilidad de las personas discapacitadas y con el bienestar de todos los madrileños en asuntos como la Salud.
No tenemos que leer más para entender que lo que en Madrid pasa es el paisaje, sin muertos, de Bagdad (2005), porque aquí también vivimos en otro estado de terror, muy distinto, cierto. Ira también que concentramos en nuestro líquido biliar.
A veces, pienso en la niña de la peli El Exorcista.
Ponerle esa cara al alcalde y decirle con voz grave y distorsionada...
No, que no; tampoco me he convertido en Espe.

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